viernes, 10 de diciembre de 2010

Y Chile... ¿para qué?

Es cierto. Sabemos que no somos más que el cordón más fino del continente, que somos puro mar, y que las monumentalidades que se encuentran en América pertenecen sólo a países como Perú o México (las que “pierden” todo su valor al ser comparadas con aquellas maravillas del hombre antiguo de Europa). Lo sabemos. Pero nosotros, los arqueólogos, sabemos que más allá de las grandes estructuras arquitectónicas hay una realidad mucho más profunda, y que conviene desentrañar.

La arqueología, en el contexto específico de Chile, nuestro país, pareciera ser labor de unos cuantos investigadores que sólo pueden acceder a una materialidad que no es tan espectacular. Sin embargo, no podemos desestimar la importancia de los contextos arqueológicos en cada zona del país, cada cual con características tan particulares que las hacen ya en sí una poderosa vertiente del saber fundamental para el desarrollo científico de la discplina. Además, nuestro país, al igual que muchos otros países latinoamericanos, goza de una inacabable fuente de conocimiento que va más allá de la información del dato: la existencia de una gran cantidad de grupos indígenas que sigue habitando el espacio de sus ancestros, junto a la enraizada lucha colonial permiten generar nuevas formas de conocimiento a través de la información etnográfica, pero también manifiesta de forma latente conflictos políticos, económicos y sociales que exponen las venas abiertas de nuestro continente.

Así, las condiciones de Chile no pueden pasar desapercibidas; el papel que puede contribuir al desarrollo de la Arqueología tiene un gran potencial basado en la preservación de los bienes patrimoniales, la vinculación a comunidades, así como la valorización de una disciplina que aún continúa siendo bastante elitizada. Sobre esto es que nos referiremos a continuación.
En primer lugar, el tema del patrimonio es aún discutido no sólo en esta zona, sino que en contexto global. El posmodernismo impuso una subjetividad por sobre el discurso hegemónico, llegando a la conclusión de que patrimonio somos todos. Pero no podemos tener una ley que nos defina a todos como elementos únicamente pertencientes al Estado y la nación. Esta discusión se hace evidente al observar las falencias de la ley de zonas típicas, por ejemplo, y la situación del terremoto; aquí, la legislación impide efectuar cualquier cambio estructural a una vivienda por el hecho de pertenecerle al patrimonio chileno. El patrimonio no debe entenderse, como había dicho anteriormente, como una forma de fijar la cultura, sino que, por el contrario, uno de los papeles que ha de cumplir la arqueología es el de la puesta en valor de un conocimiento útil para la sociedad.
Sobre esto, otro punto a recalcar tiene relación con la vinculación de la arqueología al trabajo con comunidades. Es en este sentido que el aporte que puede hacer Chile descansa sobre los diversos contextos que se presentan en el territorio; la conformación de comunidades con lógicas tan diversas ha generado la necesidad de abordar esta problemática no desde una perspectiva única, sino más bien desde la mirada de varios lentes. Ahora bien, el problema de ninguna forma ha sido resuelto, ya que los actores involucrados no se concentran sólo en el mundo arqueológico; tanto el ámbito privado como el público se encuentran en esta disputa.



Cuando hablamos de arqueología no sólo
hablamos del pasado, sino de nuestro
presente y su futuro.
Desde otro punto de vista, consideramos que, además del valor de las comunidades actuales que residen en nuestro país, la serie de documentos históricos, etnohistóricos (documentos de pueblos estudiados por antropología) y etnográficos son una fuente de valor importantísima en cuanto al aporte que puede generar para la producción de conocimiento arqueológico. Aún más, una práctica que elabore un discurso fundado en una visión puramente occidental y a la vez desde los "otros", podría dejar atrás el estereotipo de los antiguos en tanto individuos ubicados en un tiempo-espacio totalmente diferente y distante del de comunidades contemporáneas (Haber: 2009).

Además, destacamos que la labor de la disciplina se encuentra sesgada además por varios elementos propios del trabajo arqueológico aquí en Chile, uno hace referencia a los mecanismos de selección de los trabajos que se realizan en el país: los proyectos FONDECYT*, por una parte, si bien otorgan recursos al desarrollo científico, permiten de forma bastante estrecha la acción de los investigadores en el contexto de las comunidades; siendo de esta forma la “pata coja” que podemos observar usualmente en los proyectos de esta naturaleza. Si bien existe el FONDART** para investigaciones con un énfasis en el desarrollo de este ámbito, no nos parece conveniente crear la separación entre ciencia-cultura de tal modo que la primera no pueda integrarse en un trabajo en conjunto con la segunda - cabe destacar que esta diferenciación Haber la señala como una concepción puramente occidental-. 
En segundo lugar, los EIA (estudios de impacto ambiental), tan populares en los últimos años, han formado parte de una de las área con mayor demanda laboral. Si esto es así, no podemos desconocer el papel que estos trabajos están tomando en el desarrollo de la arqueología chilena. Este es también un aspecto que difícilmente se ha abordado en los debates, al no considerar nunca que la arqueología es también un trabajo. Sobre esto, es hora de “des-elitizar” a la arqueología; no podemos pensar que los arqueólogos con concientes y críticos tienen que ser sólo aquellos que puedan sustentarse independientemente del campo arqueológico, o que deban esperar años para poder ganar proyectos FONDECYT producto de que son los investigadores consagrados los que en su mayoría ganan cada año los recursos para sus proyectos. El trabajo en arqueología existe, y el impacto ambiental es una de las fuentes laborales más prósperas. Sin hacerle barra a ninguna de las dos posturas, consideramos que, ya que el trabajo se está haciendo, inevitablemente, y lo importante ahora es hacer bien dicho trabajo. 



*Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, programa orientado a estimular y promover el desarrollo de la investigación científica del país.
**Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, proyectos orientados a la investigación, creación, producción y difusión artística de capital humano, patrimonio cultural e inmaterial, entre otros.

Y la Arqueología... ¿para qué?

Aunque no todos se la crean, sí, es cierto. La arqueología sirve para algo.
Más que ser un Indiana Jones de aventuras cuatro por cuatro, pues con el paso del tiempo, los años, las estaciones y cuanto abril se ha cruzado, nuestra querida disciplina ha dado frutos inesperados.
Esto, en parte, bien se sabrá, por el desarrollo de una arqueología posprocesual, más moderna y en onda con las nuevas generaciones, con intereses más profundos e intenciones verdaderamente sinceras.

Una de esas conmovedoras propuestas viene de la mano del rol que los investigadores han de tener en el campo social. Así, la arqueología se planteó un millón de veces su verdadero sentido en el mundo, su razón de vivir y la forma en que tenía que actuar ante una realidad tan llena de pesares y desigualdades.

Lo que pasó, como era de esperarse, es que surgieron una gran cantidad de artículos y casos de estudio concretos donde los arqueólogos daban luces de la importancia de ser actores políticamente activos en pro de una serie de reivindicaciones que no sólo atañían al campo de la ciencia, sino también a su objeto de estudio (no olvidemos que es a ellos a quienes siempre nos referimos a través del dato arqueológico): los grupos humanos.

Catalhöyük,
comunidad y arqueología
Como ejemplo, el caso del afamado arqueólogo postprocesual Ian Hodder, en su trabajo en Catalhöyük, desarrolla el problema de la reflexividad, contextualidad, interactividad y multivocalidad. Estos conceptos, surgidos a partir de una lectura mucho más social de la práctica arqueológica. Y, si bien en el caso de estudio mencionado la comunidad accedió a nuevas tecnologías que permiten la difusión desde y para la misma, "las tecnologías quizás proveen una oportunidad más que una solución" (Hodder: 1997). En este sentido, la labor de dichas tecnologías aún no podría equipararse a lo que la arqueología genera a partir de su método. No obstante, Hodder también pone cuidado en la aplicación de un método arqueológico, indicando que éste siempre debe tener a su propia reflexividad y a la contextualización de la información. En términos generales, el rol de la arqueología debe tener un fuerte acerbo social, complementando su labor con nuevos mecanismos que permitan a quienes se vinculan de forma más directa con el registro arqueológico, imprimirle un valor mayor a su pasado. 

Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho.

Nosotras consideramos, pese a rescatar el aporte de poner en el tapete nuestra labor arqueológica en tanto ciencia social, no podemos ser paternalistas ni tampoco pensar que la puesta en práctica de esta disciplina implica la necesidad de generar sólo a partir de ella trasnformaciones sociales profundas. Por otra parte, la pretensión de la arqueología tampoco debe ser en ningún caso la de contribuir a la fijación de una cultura, ni mucho menos hacernos padres responsables de las acciones de aquellas comunidades que convivan y/o se vinculen con el registro arqueológico.
Ni mucho menos estamos capacitados para levantar a las masas; no podemos sobrevalorar a la arqueología como arma revolucionaria. Sí, estamos con la causa, pero no pretendamos que con nuestra picota vayamos a cambiar el discurso hegemónico de quienes dominan.

Lo que sí creemos, es que debemos ser concientes, críticos, y activos sujetos de la sociedad. El rol de la arqueología, entonces, ha de sumirse también a estos supuestos; generar una arqueología crítica al modelo tradicional, consciente de los sesgos intrínsecos a su método y a su objeto de estudio, así como también a desarrollarse activamente dentro del quehacer contingente. De esta forma, el rol de la arqueología debe circunscribirse al desarrollo científico en tanto el conocimiento que genera es válido, útil y puede intervenir positivamente en aquellas situaciones donde no se esté valorando ni el pasado ni el presente de una comunidad (ya sea esta rural, urbana, autóctona o no propia de la zona); "construir discursos que sean significativos al presente y jueguen un rol activo en la formación del futuro presente" (Tilley: 2000) Los mecanismos para esto existen, y si es que no se están aplicando bien, pues también es importante contribuir a la mejora de las condiciones sobre las que se enmarca la práctica arqueológica. Como mencionan Shanks y Tilley en su texto Social Theory and Archaeology, consideramos que estos mecanismos deben ser catalizadores en la transformación del presente. 

Finalmente, el rol de la arqueología también ha de ser significativo para la producción de conocimiento en lo que refiere a la teoría social: no cabe duda que gran parte de nuestra labor como cientistas sociales es aportar no sólo con evidencia artefactual, sino que también con la generación de modelos que reflejen las pautas de comportamiento y prácticas culturales de las sociedades a través de diversos elementos que constituyen, finalmente, a la sociedad. Será entonces la cultura nuestro objeto de estudio (propio de la antropología), por lo que el rol de la arqueología también ha de sostenerse en la construcción de un conocimiento que permita dar luces sobre este fenómeno, tan propio. Tan nuestro. Tan humano.

Postprocesuales a corazón abierto

Si bien consideramos positivos varios de los aportes teóricos de la arqueología postprocesual, como la consideración del sujeto activo, las relaciones de poder y el cuestionamiento del rol del arqueólogo, también creemos que este enfoque presenta falencias significativas que resultan contraproducentes con sus mismos principios. En este sentido, el RELATIVISMO extremo nos parece peligroso y poco adecuado si se busca tener una posición política bien apoyada. Si se pretende utilizar la arqueología como herramienta política es necesario un conocimiento validado, por lo que las metodologías científicas pueden ser de ayuda sin excluir los principios teóricos postprocesuales.
Sin duda este enfoque da una mayor complejidad a los fenómenos socioculturales que los enfoques anteriores, pero muchas veces fallan al aterrizar las ideas a investigaciones concretas. Algo similar ocurre en relación al rol activo que puede tener el arqueólogo en la sociedad, ya que si bien hay teorizaciones, no hay abundantes propuestas prácticas que resulten exitosas , lo que puede relacionarse con el contexto europeo que no presenta las complejidades del latinoamericas con los grupos étnicos.
Así quedan muchos temas abiertos y por desarrollar...pero sin duda este enfoque marca pautas que forman parte de los cuestionamientos que nosotras nos estamos haciendo en torno a nuestra práctica

jueves, 9 de diciembre de 2010

La arqueología es política

Un significativo aporte de los Arqueólogos Post procesuales está en la discusión en torno al rol del arqueólogo en la sociedad. Si la arqueología no es sólo ciencia por el conocimiento ¿Entonces qué?...esta pregunta tiene varios intentos de respuesta (algunos más exitosos que otros), pero todos tienen como base común la premisa de que la arqueología como forma de interpretación de los hechos del pasado (o presente) siempre conlleva una posición política y efectos políticos en el presente. La arqueología, deja de considerarse como un discurso inofensivo y comienza a cuestionarse su peso como constructora de conocimiento. Para arqueólogos como Shanks y Tilley, la arqueología debe ser crítica y autoconciente, ya que ha sido parte importate de fenómenos como el colonialismo y la construcción de identidades, y si no se realiza de manera autoconciente y comprometida políticamente, se cae en una interpretación que homologa las caracerísitcas presentes al pasado, llegando a naturalizar ciertos principios como forma de legitimarlos, como ocurre con principios del capitalismo actual. Junto con esto, se contribuye a la reproducción de discursos de poder y se les da una base de legitimación que puede ser parte del constructo ideológico.
La visión de una arqueología políticamente comprometida contrasta bastante con la visión relativista de Hodder, Shanks y Tilley son conscientes del peligro y falacia que implica expresar que todas las voces son igualmente válidas.

La arqueología como práctica política implica que puede servir como herramienta transformadora al reinterpretar el pasado en servicio de la reconstrucción social del presente. Esta idea, que también es planteada en Latinoamérica por la Arqueología Social Latinoamericana es tomada por diversas lineas orientadas por compromisos reivindicativos, como la arqueología indigenista, la postcolonialista, marxista, feminista, etc.

Pero la arqueología como práctica política no es un tema compartido por todos los arqueólogos post procesuales, y hay quienes consideran que lo más adecuado en el relativismo extremo, dando (en teoría) igual espacio a todas las voces. Sin embargo esto en la práctica no ocurre ya que no se debe olvidar que la realidad actual está cruzada de desigualdades y relaciones de poder que hacen que esto sea imposible.



Individuo Activo/ Cultura Material Activa

Una de las críticas desarrolladas por los arqueólogos Post Procesuales a la Nueva Arqueología es que se olvidaron de los individuos y se preocuparon de generar grandes modelos, dejando de lado las particularidades.
Esto ocurría ya que existía una noción de Cultura Material -->Comportamiento, sin considerar las significaciones que hay entre éstos.
Los Arqueólogos Post procesuales, rescatarán la importancia de los sujetos, tomando conceptos de la teoría social como el de "Agencia" de Giddens, entendiendo que la estructura social es estructurada y estructurante por los sujetos, quienes a la vez tienen capacidad de acción y así producir, reproducir o transformar la realidad. Algo similar plantea Piere Bourdieu considerando que deben entenderse cómo los actores actúan en la realidad, bajo sus propias ideas de las reglas. Esto contrasta fuertemente con los postulados teóricos preexistentes que no consideraban al individuo, sino sólo al sistema cultural como determinador de las prácticas humanas.
Ahora bien, la Arqueología Procesual no sólo dirá que el individuo es activo, sino que incluso "la Cultura Material es activa" y al igual que los individuos, crea realidad..¿Cómo? la disposición de las cosas condiciona nuestras conductas y cómo nos movemos en el mundo. El ejemplo más común es el de la silla. No nos sentamos de cualquier forma en la silla, sino que ésta condiciona el modo en que nos podemos sentar...está claro  que físicamente podemos pararnos o arrodillarnos en la silla, pero ésta tiene tal disposición que es más fácil sentarnos y de determinada manera.

Que la cultura material sea significativa, que el individuo sea activo y que la cultura material sea activa implica que las relaciones entre los sujetos y éstas, sean mucho más complejas que lo que creía e indirectamente surge el tema del poder asi como de los discursos ideológicos en los artefactos. La cultura material entonces no se concibe de manera inofensiva, ya que contiene discursos políticos e ideológicos a considerar.

La Arqueología Post Procesual....

La Arqueología Postprocesual... 

En primer lugar es conveniente aclarar que consideramos que no es posible definir un solo marco teórico, integrado y homogéneo como "Arqueología Post procesual", en lugar de esto, se puede identificar un conjunto de ideas teóricas compartidas por diferentes tendencias de la Arqueología, que son aplicados de maneras muy diversas según los intereses y énfasis de cada una. Es este amplio marco de postulados teóricos el que entenderemos por "Arqueología Post procesual".

La cultura material:


La Arqueología Procesual o "Nueva Arqueología", concebía la cultura material como un medio de adaptación extrasomático a las condiciones ambientales. Ante este escenario, se suponía que la cultura material sería un reflejo directo del comportamiento humano.

La cultura material como "reflejo", se relaciona con la idea de los arqueólogos procesuales, cuyo mayor exponente es Lewis Binford, de hacer de la arqueología una práctica científica, es decir, una disciplina que se centrara en la explicación, en la obtención de un contrastable en la realidad, la elaboración de grandes leyes o modelos explicativos, todo esto utilizando el método científico.
El carácter científico de la Arqueología aseguraría el conocimiento neutral acerca de los grupos humanos del pasado.

El principal exponente de la Arqueología Post procesual, Ian Hodder, se encargará de cuestionar estas ideas. Particularmente nos podemos referir a estudios etnoarqueológicos en los que concluye que "la cultura material es un reflejo indirecto de la sociedad humana" y la cultura material debe contemplarse como algo que encierra significados. Son estos significados, junto con las ideas y creencias, los que se interponen entre la gente y las cosas. Existe una relación entre los significados y las prácticas sociales, pero existen múltiples relaciones y transformaciones entre esto.
Con estas afirmaciones se critica la visión simplista que habían tenido los Arqueólogos Procesuales de causa-->efecto, y ante estos nuevos planteamientos, las causas sólo tendran efectos sociales a través de la percepción y las valoraciones humanas de ellas. Por estos motivos es que no puede desarrollarse una arqueología como si fuese una ciencia natural en búsqueda de leyes generales, sino más bien, una disciplina interpretativa mucho más cercana a la historia, en la que la explicaición no está tan alejada de la descripción como pretendían los Nuevos Arqueólogos.
¿La cultura Material es significativa?

Esta afirmación puede parecer extraña a primera vista, pero resulta bastante evidente cuando pensamos en nuestro diario vivir. Estamos rodeados de objetos que nos pueden parecer atractivos o despreciables, algunos a los que les tenemos cariño, otros que están pasados de moda, etc, incluso tenemos lápices que pueden ser nuestros favoritos aunque hayan muchos que escriban igual de bien. Lo que quiere decir Hodder es que los objetos no tienen una relevancia sólo tecno-económica, sino que están cruzados por significados culturales que dependen del contexto socio histórico en que se encuentran, pero que incluso pueden tener significados diferentes para distintos grupos o individuos que formen parte de una misma sociedad.
Para Hodder, el registro arqueológico es como un texto que debe ser descifrado y la comprensión de sus significados debe ser el interés de la Arqueología. Por estos motivos, es que la comprensión del contexto resulta fundamental, ya que es éste el que restringe los significados, por lo que es una forma de acercamiento a los mismos.
En términos más específicos el contexto estaría dado por la totalidad de las dimensiones relevantes de variación de un objeto dado, se puede ver como una red de asociones que un objeto tiene con muchos otros, mediados por significados. El objeto adquiere significado sólo en relación a los otros objetos, por estos motivos es que el contexto es imprescindible en la interpretación arqueológica.
Con esta relevancia del contexto, es que para Hodder, que la Arqueología estaría más cercana a la Historia que a la Antropología.

En torno al problema del significado surgen diferentes puntos de vista dentro de la Arqueología Post Procesual, por ejemplo, Shanks y Tilley, se orientan por un modelo más estructuralista que pretende descubrir los significados sociales a través de las estructuras presentes en uno y otro ámbito de la cultura material. Estas estructuras comprenderían unidades significativas irreductibles.
Pero incluso concibiendo el modelo estructuralista, se asume que los signnificados no son únicos, por lo que surge un problema...

¿Qué significado interpretamos?
Sin duda este es uno de los grandes problemas de la Arqueología Post procesual, sobre todo porque no sólo la cultura material tiene diferentes significaciones, sino que todas las personas estamos condicionadas por nuestro contexto histórico-político, por lo que nuestras interpretaciones en torno a los significados del pasado sí o sí tendrán una carga cultural y resonancias políticas. Ante esta situación, no se puede discernir entre significados mejores o peores ya que éstos son múltiples y dependen de los sujetos.
Este escenario resulta un tanto contradictorio, ya que si bien, no hay significados mejores y peores, sí hay formas de "leer" el texto que repesenta el registro arqueológico, por ejemplo, buscando diferencias y semejanzas que se puedan dar en una situación y en otra dentro del mismo contexto.
Pero interpretar significados del pasado claramente no es tan fácil, especialmente en contextos muy tempranos, por lo que los arqueólogos optaron por orientarse a las implicancias de los significados o las relaciones que los formas más que a los significados mismos.
.