Más que ser un Indiana Jones de aventuras cuatro por cuatro, pues con el paso del tiempo, los años, las estaciones y cuanto abril se ha cruzado, nuestra querida disciplina ha dado frutos inesperados.
Esto, en parte, bien se sabrá, por el desarrollo de una arqueología posprocesual, más moderna y en onda con las nuevas generaciones, con intereses más profundos e intenciones verdaderamente sinceras.
Una de esas conmovedoras propuestas viene de la mano del rol que los investigadores han de tener en el campo social. Así, la arqueología se planteó un millón de veces su verdadero sentido en el mundo, su razón de vivir y la forma en que tenía que actuar ante una realidad tan llena de pesares y desigualdades.
Lo que pasó, como era de esperarse, es que surgieron una gran cantidad de artículos y casos de estudio concretos donde los arqueólogos daban luces de la importancia de ser actores políticamente activos en pro de una serie de reivindicaciones que no sólo atañían al campo de la ciencia, sino también a su objeto de estudio (no olvidemos que es a ellos a quienes siempre nos referimos a través del dato arqueológico): los grupos humanos.
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Catalhöyük, comunidad y arqueología |
Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Nosotras consideramos, pese a rescatar el aporte de poner en el tapete nuestra labor arqueológica en tanto ciencia social, no podemos ser paternalistas ni tampoco pensar que la puesta en práctica de esta disciplina implica la necesidad de generar sólo a partir de ella trasnformaciones sociales profundas. Por otra parte, la pretensión de la arqueología tampoco debe ser en ningún caso la de contribuir a la fijación de una cultura, ni mucho menos hacernos padres responsables de las acciones de aquellas comunidades que convivan y/o se vinculen con el registro arqueológico.
Ni mucho menos estamos capacitados para levantar a las masas; no podemos sobrevalorar a la arqueología como arma revolucionaria. Sí, estamos con la causa, pero no pretendamos que con nuestra picota vayamos a cambiar el discurso hegemónico de quienes dominan.

Finalmente, el rol de la arqueología también ha de ser significativo para la producción de conocimiento en lo que refiere a la teoría social: no cabe duda que gran parte de nuestra labor como cientistas sociales es aportar no sólo con evidencia artefactual, sino que también con la generación de modelos que reflejen las pautas de comportamiento y prácticas culturales de las sociedades a través de diversos elementos que constituyen, finalmente, a la sociedad. Será entonces la cultura nuestro objeto de estudio (propio de la antropología), por lo que el rol de la arqueología también ha de sostenerse en la construcción de un conocimiento que permita dar luces sobre este fenómeno, tan propio. Tan nuestro. Tan humano.
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