viernes, 10 de diciembre de 2010

Y la Arqueología... ¿para qué?

Aunque no todos se la crean, sí, es cierto. La arqueología sirve para algo.
Más que ser un Indiana Jones de aventuras cuatro por cuatro, pues con el paso del tiempo, los años, las estaciones y cuanto abril se ha cruzado, nuestra querida disciplina ha dado frutos inesperados.
Esto, en parte, bien se sabrá, por el desarrollo de una arqueología posprocesual, más moderna y en onda con las nuevas generaciones, con intereses más profundos e intenciones verdaderamente sinceras.

Una de esas conmovedoras propuestas viene de la mano del rol que los investigadores han de tener en el campo social. Así, la arqueología se planteó un millón de veces su verdadero sentido en el mundo, su razón de vivir y la forma en que tenía que actuar ante una realidad tan llena de pesares y desigualdades.

Lo que pasó, como era de esperarse, es que surgieron una gran cantidad de artículos y casos de estudio concretos donde los arqueólogos daban luces de la importancia de ser actores políticamente activos en pro de una serie de reivindicaciones que no sólo atañían al campo de la ciencia, sino también a su objeto de estudio (no olvidemos que es a ellos a quienes siempre nos referimos a través del dato arqueológico): los grupos humanos.

Catalhöyük,
comunidad y arqueología
Como ejemplo, el caso del afamado arqueólogo postprocesual Ian Hodder, en su trabajo en Catalhöyük, desarrolla el problema de la reflexividad, contextualidad, interactividad y multivocalidad. Estos conceptos, surgidos a partir de una lectura mucho más social de la práctica arqueológica. Y, si bien en el caso de estudio mencionado la comunidad accedió a nuevas tecnologías que permiten la difusión desde y para la misma, "las tecnologías quizás proveen una oportunidad más que una solución" (Hodder: 1997). En este sentido, la labor de dichas tecnologías aún no podría equipararse a lo que la arqueología genera a partir de su método. No obstante, Hodder también pone cuidado en la aplicación de un método arqueológico, indicando que éste siempre debe tener a su propia reflexividad y a la contextualización de la información. En términos generales, el rol de la arqueología debe tener un fuerte acerbo social, complementando su labor con nuevos mecanismos que permitan a quienes se vinculan de forma más directa con el registro arqueológico, imprimirle un valor mayor a su pasado. 

Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho.

Nosotras consideramos, pese a rescatar el aporte de poner en el tapete nuestra labor arqueológica en tanto ciencia social, no podemos ser paternalistas ni tampoco pensar que la puesta en práctica de esta disciplina implica la necesidad de generar sólo a partir de ella trasnformaciones sociales profundas. Por otra parte, la pretensión de la arqueología tampoco debe ser en ningún caso la de contribuir a la fijación de una cultura, ni mucho menos hacernos padres responsables de las acciones de aquellas comunidades que convivan y/o se vinculen con el registro arqueológico.
Ni mucho menos estamos capacitados para levantar a las masas; no podemos sobrevalorar a la arqueología como arma revolucionaria. Sí, estamos con la causa, pero no pretendamos que con nuestra picota vayamos a cambiar el discurso hegemónico de quienes dominan.

Lo que sí creemos, es que debemos ser concientes, críticos, y activos sujetos de la sociedad. El rol de la arqueología, entonces, ha de sumirse también a estos supuestos; generar una arqueología crítica al modelo tradicional, consciente de los sesgos intrínsecos a su método y a su objeto de estudio, así como también a desarrollarse activamente dentro del quehacer contingente. De esta forma, el rol de la arqueología debe circunscribirse al desarrollo científico en tanto el conocimiento que genera es válido, útil y puede intervenir positivamente en aquellas situaciones donde no se esté valorando ni el pasado ni el presente de una comunidad (ya sea esta rural, urbana, autóctona o no propia de la zona); "construir discursos que sean significativos al presente y jueguen un rol activo en la formación del futuro presente" (Tilley: 2000) Los mecanismos para esto existen, y si es que no se están aplicando bien, pues también es importante contribuir a la mejora de las condiciones sobre las que se enmarca la práctica arqueológica. Como mencionan Shanks y Tilley en su texto Social Theory and Archaeology, consideramos que estos mecanismos deben ser catalizadores en la transformación del presente. 

Finalmente, el rol de la arqueología también ha de ser significativo para la producción de conocimiento en lo que refiere a la teoría social: no cabe duda que gran parte de nuestra labor como cientistas sociales es aportar no sólo con evidencia artefactual, sino que también con la generación de modelos que reflejen las pautas de comportamiento y prácticas culturales de las sociedades a través de diversos elementos que constituyen, finalmente, a la sociedad. Será entonces la cultura nuestro objeto de estudio (propio de la antropología), por lo que el rol de la arqueología también ha de sostenerse en la construcción de un conocimiento que permita dar luces sobre este fenómeno, tan propio. Tan nuestro. Tan humano.

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